Peeta: El Panadero #1 Capítulo VI

Me levanto de la cama y me permito observar el lugar, es de lujo como el tren y hay botones por todas parte. En el baño hay incluso más botones que en la habitación, pero no les prestó atención porque tomo un baño de agua fría y cuando encuentro el botón del jabón ya huelo a flores y otros aromas femeninos.


Tomo la ropa del armario sin prestar mucha atención y pulsando la menor cantidad de botones posible. Camino sin una dirección fija hasta que encuentro a Cinna que me lleva al tejado desde donde se puede ver toda la ciudad, luego dice que me espera para cenar en el comedor, le pregunte que porque nos dejaban subir si no les preocupaba que un tributo saltara y él me dijo que no se podría y me hizo señas para que alargara la mano hacia el vacío. Estiro la mano y una corriente eléctrica me recorre el cuerpo empujándome hacia el edificio. Después de jugar con el campo de fuerza por un rato voy al comedor donde esta Cinna y Portia que me invitan a sentarme para cenar y como estoy hambriento no pongo objeciones.

Nos sirven una copa de vino y me lo tomo poco a poco mientras esperamos a Katniss y quizás ha Haymitch. Primero llega Katniss acompañada de Effie y justo cuando está a punto de empezar la cena llega Haymicth. Parece que lo han limpiado tanto como a nosotros, está limpio, arreglado y más sobrio que nunca, no rechaza el vino pero cuando le sirven la cena empieza a comer.

Empiezo a comer sin prestar atención a la comida ni a la conversación de los estilistas y nuestros trajes. Chicos y chicas jóvenes vestidos con túnicas blancas van y vienen llevando y trayendo comida, manteniendo la mesa llena sin decir nada. 

De repente una chica trae una tarta y la pone en la mesa prendiéndole fuego y Katniss dice: — ¿Qué la hace arder? ¿Es alcohol?  Es lo último que… ¡Oh! ¡Yo te conozco! — Miro a la chica que tiene el pelo rojo oscuro, piel de porcelana blanca, nunca la he visto en el doce y ahora tiene una expresión de terror en el rostro. Niega con la cabeza y se aleja a toda prisa de la mesa. ¿Cómo es posible que Katniss conozca a esta chica del Capitolio?

— No seas ridícula, Katniss. ¿Cómo vas a conocer a un avox? Es absurdo. — Dice Effie.

— ¿Qué es un avox? — Pregunta Katniss.

— Alguien que ha cometido un delito; les cortan la lengua para que no puedan hablar. Seguramente será una traidora. No es probable que la conozcas. — Responde Haymitch.

— Y aunque la conocieras, se supone que no hay que hablar con ellos a no ser que desees darles una orden — Dice Effie — Por supuesto que no la conoces. —

— No, supongo que no, es que… — Es cuando decido intervenir y sacarla de aquella situación.

— Delly Cartwright — Digo chasqueando los dedos aunque no se parecen en nada. — Eso es, a mí también me resulta familiar y no sabía porque. Entonces me he dado cuenta de que es clavada a Delly. — Delly es una chica del doce que conozco desde niño.

— Claro, era eso. Debe de ser por el pelo — Dice Katniss.

— Y también algo en los ojos — Añado.

— Oh, bueno, si es solo eso. — Dice Cinna y todo vuelve a la normalidad. — Y si la tarta tiene alcohol, aunque ya se ha quemado todo. La pedí especialmente en honor de vuestro fogoso debut. —
Nos comemos la tarta y pasamos a un salón para ver la repetición de la ceremonia inaugural que están pasando por la tele. Solo nosotros somos el centro de atención. Todos quedan sorprendidos cuando nos ven salir del Centro de Renovación.

— ¿De quién fue la idea de cogeros de la mano? — Pregunta Haymitch.

— De Cinna — responde Portia.

— El toque justo de rebeldía. Muy bonito. — Rebeldía, no habría llegado a esta conclusión por mi cuenta, ahora parece obvio.

— Mañana por la mañana es la primera sesión de entrenamiento. Reuníos conmigo para el desayuno y os contare como quiero que os comportéis. Ahora id a dormir un poco mientras los mayores hablamos. — Nos dice Haymitch.

Katniss y yo caminamos juntos por los pasillos hasta que llegamos a la puerta de su dormitorio, donde me apoyo en el marco de la puerta para obtener su atención.

— Conque Delly Cartwright. Qué casualidad encontrarnos aquí con su gemela. — Digo y quizás ella me dé una explicación aunque no tiene que hacerlo, si no me dice nada lo entenderé.

Se lo piensa por un momento y luego vacila hasta que pregunto: — ¿Has estado ya en el tejado? — Ella niego con la cabeza. — Cinna me lo enseño. Desde allí se ve casi toda la ciudad, aunque el viento hace mucho ruido. — Lo que quiero decirle es que allí nadie podrá oírnos porque estoy seguro de que nos están escuchando ahora.

— ¿Podemos subir sin más? — Pregunta.

— Claro, vamos. — Respondo y casi trato de cogerle la mano pero me contengo.

Subimos las escaleras que llevan a un salita con una salida que da al exterior. Cuando salimos al frio aire la vista es espectacular, el Capitolio brilla como si fuera un montón de luciérnagas. La electricidad en el doce viene y va, solo de vez en cuando tenemos electricidad y es solo cuando le conviene al estado para obligarnos a ver los juegos o un mensaje importante, pero aquí no hay escases de nada.

Caminamos hasta el borde del tejado y observamos a la gente que está abajo en la calle, se oyen los coches y algún que otro grito.

— Le pregunte a Cinna porque nos permitían subir, si no les preocupaba que algunos tributos decidieran saltar por el borde — Le digo.

— ¿Y qué te respondió? — pregunta ella.

— Que no se puede. — Alargo la mano hacia fuera del tejado, siento la corriente y aparto la mano lo más rápido que puedo cuando escucho el chasquido. — Es algún tipo de campo eléctrico que te empuja hacia el tejado. — digo.

— siempre preocupados por nuestra seguridad. — dice ella y luego pregunta: — ¿Crees que nos observan? —

— Quizás, ven a ver el jardín. —

Al otro lado de la cúpula han construido un jardín con lechos de flores y árboles en macetas. Miro a Katniss esperando que diga algo y ella se entretiene observando una flor.

— Un día estábamos cazando en el bosque, escondidos, esperando que apareciese una presa. — comienza ella.

— ¿Tu padre y tú? — Pregunto.

— No, con mi amigo Gale. De repente, todos los pájaros dejaron de cantar a la vez, todos salvo uno, que parecía estar cantando una advertencia. Entonces la vimos. Estoy segura de que era la misma chica. Un chico iba con ella, y los dos llevaban la ropa hecha jirones. Tenían ojeras por la falta de sueño y corrían como si sus vidas dependieran de ello. —

Guarda silencio por un momento recordando lo sucedido y continúa:

— El aerodeslizador surgió de la nada. Es decir, el cielo estaba vacío y un instante después, ya no lo estaba. No hacia ningún ruido, pero ellos lo vieron. Soltaron una red sobre la chica y la subieron a toda prisa, tan deprisa como el ascensor. Al chico lo atravesaron con una especie de lanza atada a un cable y lo subieron también. Estoy segura de que estaba muerto. Oímos a la chica gritar una vez, creo que el nombre del chico. Después desapareció el aerodeslizador, se esfumo en el aire, y los pájaros volvieron a cantar, como si no hubiese pasado nada. —

— ¿Te vieron? — pregunto.

— No lo sé, estábamos bajo un saliente rocoso —

— Estas temblando — Digo porque se puede ver a simple vista y no pienso que sea por el frio. Me quito la chaqueta y la coloco sobre sus hombros, ella retrocede un poco pero se detiene y acepta la chaqueta.

— ¿Eran de aquí? — Ella asiente. — ¿Adónde crees que iban? —

— Eso no lo sé —responde. Nuestro distrito es el más alejado del Capitolio, después están las ruinas del 13 y selva por lo que se. Quizás pensaron que podían vivir en la selva. Muy lejos de todo esto. — Ni tampoco porque se irían de aquí. — Pienso que cualquier cosa es mejor que esto, puede que se hallan cansado de todo esto.

— Yo me iría, me iría a casa ahora mismo, si me dejaran, aunque hay que reconocer  que la comida es estupenda— Suelto, sonando un poco nervioso porque lo estoy.

— Hace frio, será mejor que nos vayamos— digo porque ahora soy yo quien está a punto de empezar a temblar, aunque no hace frio como en casa.

— Tu amigo, Gale, ¿es el que se llevó a tu hermana en la cosecha? —

— Sí. ¿Lo conoces? — Pregunta.

— La verdad es que no, aunque oigo mucho a las chicas hablar de él. Creía que era tu primo o algo así, porque os parecéis—

— No, no somos parientes — Responde ella.

— ¿Fue a decirte adiós? — pregunto.

— Sí, y también tu padre. Me llevó galletas. — dice ella.

— ¿En serio? Bueno, tu hermana y tú le caéis bien. Creo que le habría gustado tener una hija, en vez de una casa llena de chicos. Conocía a tu madre cuando eran pequeños. — Digo, esperando desviar su atención por si mi padre hablo más de lo necesario.

— Ah, sí, ella creció en la ciudad — responde. Hemos llegado a su puerta, así que me devuelve la chaqueta. — Nos vemos por la mañana. — Se despide.

— Hasta mañana — respondo y me alejo por el pasillo hacia mi habitación.

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