Peeta: El Panadero #1 Capítulo II La Cosecha (Continuación)
Me esfuerzo para que el temblor no se note a simple vista y subo a paso firme al escenario o eso creo tratando de controlar mis emociones. Effie pide voluntarios pero nadie lo hará, ahora mis hermanos mayores están a salvo y además nos prometimos el uno al otro hace algunos años que ninguno de nosotros se presentaría voluntario por el otro. Pero mi sacrificio fue en vano porque ahora ella es un tributo como yo y ninguna cosa que haya hecho pudo evitarlo.
De repente recuerdo aquel día lluvioso, fue el día que más cerca estuve de ella. No sé si ella lo recuerda pero yo trato de no pensar en él, tenía doce años. Aún recuerdo la tristeza que reflejaban sus ojos cuando murió su padre y algunos meses después de eso parecía que se estaba muriendo de hambre, solo podía pensar en alguna forma de ayudarla pero no se me ocurría nada. Por ese tiempo mis hermanos mayores se encargaban de repartir las órdenes del día y nunca me hubieran permitido a mí hacerlo sino se lo hubiera dado todo a ella sin importar las consecuencias, y no tenía ni idea de las galletas de mi padre.
Fue en una tarde, estaba trabajando en los hornos de la panadería y mi madre estaba allí. La puerta que daba a la parte trasera de nuestra casa estaba abierta para apaciguar el calor de dentro. Mi madre se levantó y se dirigió a la puerta y empezó a gritarle cosas muy feas a alguien que estaba saqueando nuestro cubo de basura, ocurría de vez en cuando. Me levante para ver quién era y me sentí realmente mal por lo que había dicho mi madre, era ella, llevaba una chaqueta negra de cuero que le quedaba un poco grande y estaba completamente empapada. La observe alejarse y recostarse en un viejo manzano que estaba justo después del rancho de nuestros cerdos.
Estaba tan enfadado con mi madre que deje una bandeja de pan más de lo normal en el fuego y algunos se quemaron y se veían realmente mal, solo esperaba poder salir diciendo que se los llevaría a los cerdos. Mi madre se asomó sobre mi hombro al oler el pan quemado y empezó a gritarme, como algunos panes estaban casi quemados por completo, nadie los compraría y ni siquiera mi madre nos obligaría a comerlos. Así que me golpeo mientras me gritaba que se los tirara a los cerdos, en ese momento llego mi padre y empezó a discutir con mi madre, como estaban distraídos logre llevarme dos panes que no estaban tan mal y salí esperando que ella aun estuviera recostada al manzano.
Cuando llego hasta el rancho de los cerdos la vi, parecía derrotada, me invadió la tristeza cuando se quedó observándome como les tiraba los panes quemados a los cerdos. Tome los dos panes que estaban en buen estado y los arroje en su dirección cerca de ella y me aleje, me he odiado por eso, pude dárselos en sus manos pero no lo hice, se los tire como lo había hecho con los cerdos y no me perdonare por eso.
Me quede en las puertas viendo cómo se alejaba y asegurándome de que mi madre no me descubriera. Al día siguiente la observe pasar cerca de mí por el pasillo en el colegio, solo quería decirle que no me debía nada que lo olvidara, o solo quería poder hablar con ella. Esa tarde la vi cuando recogía a su hermana pequeña para volver a su casa y me descubrió observándola, rápidamente aparte la mirada y ella bajo la cabeza observando el suelo. Volví a observarla y ella miro al suelo por un momento más y se fue, después de eso me ha descubierto observándola más de una vez pero yo siempre aparte la mirada lo más rápido que pude.
Nunca tuve el valor de acercarme y decirle algo y ella no tenía por qué hacerlo y ahora ambos estaremos en la arena donde todos los demás tributos intentaran matarnos, pero quizás ella si pueda sobrevivir, lo ha hecho sola hasta ahora, es fuerte y ha mantenido a su madre y su hermana. Lo que yo hice fue darle una pequeña ayuda que quizás ya ha olvidado. Estoy seguro de que ella podrá sobrevivir, es la cazadora, solo quiero morir antes de que nos encontremos en la arena o en el mejor de los casos morir protegiéndola, ¿quién sabe? Quizás logre eliminar la competencia más cercana a Katniss antes de morir. Esa sería la muestra más cercana de cariño que podría darle, la última oportunidad que tengo para ayudarla.
El alcalde termina de leer el Tratado de la Traición y nos indica a Katniss y a mí que nos tomemos de la mano, tomo la suya y la miro a los ojos mientras la aprieto un poco para darle ánimos y trato de no perderme en esos ojos grises. Ojala que no se dé cuenta de lo sudorosa que esta mi mano. Como me hubiera gustado poder tomar su mano antes de esto pero eso ahora pertenece a mis sueños y ya nunca serán más que eso.
En cuanto ha acabado el himno, nos ponen bajo custodia y los agentes de la paz nos dirigen hasta el Edificio de Justicia, donde me dejan solo en una sala serrada y sin ventanas. Me siento en uno de los muebles esperando a que vengan mis padres, a los tributos se les concede un par de visitas para despedirse de sus familiares, es como si ya dieran por hecho que no vas a regresar y de hecho es así.
Primero entra mi padre y mi madre, estoy a punto de llorar porque ya no podré volver a verlos y porque ellos tendrán que ver como soy asesinado en la arena. No digo nada por un momento porque tengo un nudo en la garganta que si deshago de alguna manera romperé a llorar como un niño.
— Peeta, mírame hijo — Dice mi padre, observo sus ojos azules que son como los míos — No te des por vencido ahora. No antes de luchar — Me levanto y abrazo a mi padre, mientras lo hago mi madre dice:
— Tal vez este año el distrito doce si tenga un vencedor — Se por su tono de voz el cual demuestra un poco de dolor que no se refiere a mí y es cuando rompo a llorar. Pero no digo nada y mi padre me toma por los hombros y me pone frente a él.
— Prométemelo, Peeta prométeme que lucharas — Dice mi padre mientras aprieta mis hombros. — Lo prometo — digo casi en un susurro y observo a mi madre que hace lo posible por no mirarme a los ojos. Abrazo de nuevo a mi padre con más fuerza y le susurró al oído — no permitas que su hermana pase hambre — Mi padre no dice nada pero sabe lo que significa, sabe que no planeo volver. Cuando se aleja para salir de la habitación porque ha entrado un agente de la paz diciendo que el tiempo se ha acabado, parece un poco derrotado y afligido. Me tumbo de nuevo en el sillón porque temo derrumbarme de un momento a otro. Mi madre antes de salir coloca una mano sobre mi hombro y sale antes de que pueda hacer algo, esta es la mayor muestra de cariño que la he visto demostrar. Ella se alejó de nosotros desde hace mucho tiempo presintiendo este día y sé que un solo abrazo le destrozaría el corazón así que la dejo ir.
La siguiente visita son mis dos hermanos mayores que me dan un abrazo cada uno y me palmean la espalda muy fuerte. Chocamos los puños por última vez y se van. La última visita es mi mejor amigo que dice al verme:
— Pero mírate, eres la vergüenza del distrito doce. ¿Acaso tu mami no te ha dado un beso de despedida? — Se detiene frente a mí y me ofrece su mano, me ayuda a ponerme en pie y me aprieta la mano más fuerte de lo norma, yo le devuelvo el apretón, es su forma de decirme que puedo hacerlo.
— Sierra el pico antes de que te de una paliza — Respondo tratando de que no se me quiebre la voz. — Ese es el espíritu — me dice golpeándome un poco fuerte en el hombro con el puño cerrado.
— Esto es como ese cuento de Romeo y Julieta, casi puedo decir que voy a llorar— Dice con una amplia sonrisa en el rostro. Él es quizás la única persona que sabe que estoy perdidamente enamorado de Kapniss, porque me ha sorprendido más de una vez observándola.
— Límpiate esas lagrimas antes de salir hay fuera, estoy seguro que tu chica no ha soltado ni una sola — Casi me reí, camina hacia la puerta para salir de la sala, se detiene en la puerta y me grita — ¡Patéales el trasero! — Ahora estoy solo y no tardaran en venir para llevarme a la estación de tren. Me limpio el rostro con mi camisa pero sé que no puedo ocultarle a nadie que he llorado. Me prometo no volver a hacerlo.
Llegan los agentes de la paz y me llevan a la estación del tren en coche, solo puedo sentir vergüenza al ver que ella no ha llorado y no demuestra tener miedo. Hay cámaras por todos lados y tenemos que estarnos de pie unos momentos para que capten varia imágenes de nosotros. Luego subimos al tren y partimos inmediatamente.
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