Peeta: El Panadero #1 Capítulo I La Cosecha
Despierto empapado de sudor, otra pesadilla. ¿Porque será que no me sorprende? y en especial hoy. Siempre es la misma pesadilla, estoy en la Arena y hay una chica pero no puedo recordar su rostro, yo trato de protegerla de algo o de alguien pero no puedo, despierto con la sensación de que ambos vamos a morir.
Salgo de mi cama, al sentir la brisa del viento en mi piel y a causa del sudor ciento frió. Me visto y bajo hasta los hornos de la panadería, aunque hoy nadie tiene porque levantarse tan temprano mi padre ya está trabajando.
—No tienes por qué estar aquí cuando puedes dormir hasta las dos de la tarde— Dice mi padre.
—No podía soportar estar en la cama por más tiempo— Respondo. —¿Y tú?—
—Extrañaba el olor del pan. Ven aquí y ayúdame con el glaseado de estos pastelitos —
Cuando termino con los pastelitos mi padre está sentado cerca de una mesa comiendo las galletas que acaba de sacar del horno, aunque hoy es un día festivo no mucha gente lo celebra con pasteles (casi nadie puede permitirse uno), de hecho casi nadie lo celebra porque hoy es un día muy triste, hoy perderemos a dos jóvenes del distrito doce. Hoy dos familias lloraran a sus hijos.
Me acerco hasta dónde está mi padre y tomo una galleta, masticando la dulce y tostada corteza. —¿Puedes entregar estas galletas en el lugar de siempre?— me pregunta papá. —Si— Respondo tomando la caja y agarrando un puñado de galletas del molde que tiene frente a él. —Apresúrate antes de que baje tu madre.— Pero ya es demasiado tarde ambos oímos sus pasos por el pasillo rumbo aquí. Mi padre se apresura a abrir la puesta que da hacia la parte trasera de la panadería y yo me llenó la boca con las galletas que tenía en la mano para tomar la caja de la orden del día y salgo corriendo antes de que mi madre nos sorprenda.
Cuando estoy pasando frente a mi padre por alguna razón que desconozco me da un ataque de risa y me atraganto con las galletas. Mi padre sierra cuando ya estoy fuera y trocitos de galleta salen disparados en todas direcciones, apenas si me queda algo en la boca cuando termino de toser. Me apoyo cerca del rancho de los cerdos y recuerdo aquel día. Ella está apoyada al pie de viejo manzano que para mí es especial des que ella vino, estaba tan indefensa que quise salir y hacerla entrar a mi casa. Si no fuera por mi madre lo habría hecho.
Salgo de mi aturdimiento cuando oigo la voz de mi madre discutiendo con mi padre. De vuelta a la realidad o al presente salgo corriendo pensando en las galletas que acabo de desperdiciar, en algún lugar de la Veta alguien seguro se está muriendo de hambre y yo desperdicio las galletas por reír. Paso por la casa del alcalde y dejo su orden así como por la dulcería y otros lugares más antes de dirigirme a donde viven las familias más pobres de la Veta, este es el secreto más grande que compartimos mi padre y yo. El solía hornear galletas los días como hoy y salir muy temprano de casa para hacer un pequeño obsequio a las personas más necesitadas que conoce mi padre y yo lo descubrí gracias a las pesadillas que no me permiten dormir.
Ahora yo soy quien reparte las galletas junto con las ordenes normales del día para que mi madre no sospeche nada. Las calles están desiertas, hoy nadie tiene que trabajar y nadie desperdiciaras su tiempo en nada más que dormir, si puede. Por eso me sorprendo cuando llego a la esquina de un pequeño callejón, verla alejándose hacia la pradera. No sé por qué pero la sigo muy sigilosamente a una distancia prudente para que si me descubre quizás no me reconozca. Me detengo cuando llego a la última casa que me sirve como escondite y la observo hasta que la pierdo de vista. Ella ahora está en su terreno, dirigiéndose a la valla que rodea el distrito, estoy casi seguro que no está electrificada aunque debería estarlo pero si apenas tenemos energía eléctrica de vez en cuando.
Me quedo hay pensando en seguirla y decirle algo acerca de lo que siento por ella pero estoy casi seguro que se va a encontrar con él y no le gustaría nada que la siga, pero no me atrevo porque seguro me perdería en el bosque antes de encontrarla y sé que he esperado demasiado para decirle algo, desde que tenía trece años deje de intentar acercarme porque yo ya estoy condenado y ella no lo está. A veces me parece que logro reunir el valor para decirle lo que he hecho por ella, pero para que serviría sino para herirla y lograr que ella me odie toda la vida si no me mata antes, ella es la cazadora y yo apenas soy el panadero que le aterroriza la idea de salir fuera de la valla aunque una vez lo hice pero eso no quiere decir nada.
Oigo un ladrido de un perro a mis espaldas y pego un brinco por la ola de miedo que recorre mi cuerpo, me vuelvo para ver al perro olisqueando la caja de la orden con las galletas que tengo que entregar. Tomo mi caja y espanto al perro, pero antes de que se valla le tiro una galleta porque está muy delgado. Me interno de nuevo entre los callejones que separan las casas de la Veta, que parece que se vendrán abajo de un momento a otro antes de que ella pueda descubrirme a causa del ladrido.
Termino el recorrido y me dirijo a mi casa a paso lento pensando en ella, en lo que podría ser pero no será porque yo ya estoy muerto pero eso no me impide fantasear en mi cabeza.
Aunque procuro tomar el camino más largo y caminar lo más lento posible llego a mi casa con tiempo de sobra para morirme de aburrimiento o de miedo pensando en los Juegos del Hambre, porque hoy es día de la Cosecha y si no estoy lo suficientemente ocupado esos horribles recuerdos de los pasados juegos vendrán a mí para matarme del miedo.
Cuando tenía doce años y participaba por primera vez en el sorteo de la Cosecha yo ya sabía que mi nombre estaría en solo una de las miles de papeletas del sorteo, te conviertes en candidato para el sorteo cuando cumples los doce años hasta los dieciocho. La primera vez tu nombre entra una vez, la segunda dos y así sucesivamente hasta los dieciocho años que tienes siete papeletas con tu nombre. Pero si eres pobre y te estas muriendo de hambre puedes pedir Teselas que es una ración de cereales y aceite para una persona, puedes pedirlas cada año una por cada miembro de tu familia, pero cada tesela equivale a una papeleta en el sorteo y estas son acumulativas. Mi padre me llevo muy temprano a caminar por las calles desiertas del distrito doce y me dijo que por ser hijo de un comerciante mi nombre entraría más veces de lo normal en el sorteo.
Le he dado muchas vueltas al asunto en mi cabeza desde entonces y de hecho tiene sentido, las personas del Capitolio, prefieren ver a personas fuertes o al menos en forma que a los que no han tenido mucho para comer peleando a muerte.
También pensé en la forma de actuar de mi madre que se había alejado de sus hijos sin demostrar ni una pisca de amor porque para ella ya estábamos perdidos por ser sus hijos, y entendí, porque a veces me pareció oírla llorar en la cocina o en su cuarto después de discutir con mi padre porque él nos permitía comer todo lo que quisiéramos de la panadería. Aunque no hubiera muchos para todos y el tuviera que aguantar el hambre. Mi madre siempre nos obligaba a comer el pan rancio que ya nadie compraba, pero ahora la entendía.
Solo pensaba en lo injusto que era todo pero no podía hacer nada para evitarlo entonces un día después del primer año que participara en el sorteo mi mejor amigo me dijo que su padre había trabajado mucho tiempo para el Capitolio y que conocía todas las trampas que hacían con respecto al sorteo y que incluso cualquier persona con edad para participar en el sorteo podría presentarse la mañana antes del sorteo y tomar las papeletas de cualquier otra persona y ponerlas a su nombre si te consideraban acto para ser un tributo y que muy pocas personas sabían de esto y muchos más pocos se habían presentado, era como una condena a muerte pero había una posibilidad de salirte con la tuya.
Al escuchar eso no lo dude dos veces y el día que participaba por segunda vez en la lotería fui a la plaza muy temprano, lo admito fue una locura pero lo volvería a hacer. Cuando llegue a la plaza esa mañana un agente de la paz que nunca había visto en el distrito doce se acercó a mí y dijo que le siguiera y lo hice porque que otra opción tenia y yo era quien me había dirigido a la plaza en primer lugar, me guió hasta el Edificio de Justicia y me dejo con una mujer que midió mi altura y me hizo colocarme sobre un cuadrado metálico con una pantalla que marcaba mi peso, después me pidió mi nombre y el de la persona de la que quitarían las papeletas y las pondrían a mi nombre.
Después descubrí que mi hermano mayor había hecho lo mismo por mi otro hermano mayor y como no había sido elegido después de varios años y el día de hoy era su ultimo día en la lotería de la Cosecha podía tener un poco de esperanza de que yo me salvara pero no estaba completamente convencido, sabía que no me escaparía tan fácil. Nunca se lo conté a nadie.
Una vez en casa con el olor a pan recién hecho, pensé en la única cosa que me mantendría ocupado el resto del día, el glaseado de pasteles y así me evite la espera interminable y que hoy podría ser el día más temido de mi vida. Cuando llegue a la plaza antes de las dos de la tarde, solo había algunos chicos reunidos en las zonas correspondientes a su edad, me dirigí hacia allí. La plaza estaba rodeada de tiendas, pero hoy estaban todas cerradas por el sorteo. En medio de la plaza habían montado un escenario como los años anteriores y sobre el habían tres sillas, un podio y dos grandes urnas de cristal redondas que contenían las papeletas de los chicos y las chicas, una de ellas contenía muchas papeletas a mi nombre y porque no todas.
Había cuerdas en la zona de los candidatos que nos separaban por edades, desde los doce a los dieciocho, había cámaras de tv sobre los tejados alrededor de la plaza, el sorteo era transmitido en directo a todo Panem y esta noche transmitían un resumen de la Cosecha en todos los demás distritos. Poco a poco la plaza se fue llenando y dos de las tres sillas del escenario fueron ocupadas por el alcalde Undersee (Un hombre alto de calva incipiente) y Effie Trinket quien es la acompañante del distrito doce, una mujer que parece un payaso si me preguntan, lleva un traje verde primavera, la cara blanca por el maquillaje y el pelo rosáceo que seguro es una peluca. Ambos observan el asiento vacío y murmuran entre sí.
Cuando son las dos de la tarde el alcalde sube al podio leer la historia que lee todos los años sobre la creación de Panem, el país que se levantó de las cenizas de un lugar llamado Norteamérica. Enumera la lista de desastres naturales y la brutal guerra que dio lugar a Panem un reluciente Capitolio rodeado por trece distritos que llevo la paz y la prosperidad a sus ciudadanos. De haber sido así no hubiera existido una rebelión y no existirían los juegos del hambre.
Luego llega a la parte de los Días Oscuros que es por lo que estamos aquí hoy, la rebelión de los distritos contra el Capitolio, quien derroto a doce de ellos y aniquilo al decimotercero. Para que esto no volviera a ocurrir llego el Tratado de la Traición que nos dio nuevas leyes y como recordatorio anual los Juegos del Hambre.
Las reglas de los juegos son sencillas: En castigo por la rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos para que participen. Los veinticuatro tributos son encerrados en un enorme estadio al aire libre en el que puede haber cualquier cosa, desde un desierto abrazador hasta un páramo helado. Donde deben de luchar a muerte hasta que quede solo uno con vida.
Así nos recuerda que otra rebelión solo serviría para que nos aplasten y para enfatizar el Capitolio obliga a todos los distritos a tratar los juegos como una festividad y los Juegos son trasmitidos en directo por televisión y todos estamos obligados a mirar como luchan hasta morir. El último tributo vivo se le recompensa con una vida fácil, y su distrito recibe premios, por lo general comida, como cereales y aceite e incluso manjares como azúcar durante todo el año mientras el resto lucha para no morir de hambre.
—Es el momento de arrepentirse y también de dar las gracias — dice el alcalde agachando la cabeza.
Después lee la lista de los habitantes del distrito doce que han ganado en anteriores ediciones. En setenta y cuatro años tenemos apenas dos y solo uno sigue vivo: Haymitch Abernathy, un hombre barrigón de mediana edad que sube al escenario tambaleándose y se sienta en la tercera silla abrasando a Effie Trinket, está muy borracho y grita algo que solo él entiende. El alcalde se apresura a presentar a Effie Trinket, la mujer más alegre que he visto sin razón aparente sube al podio de un salto y saluda:
—¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte este siempre, siempre de vuestra parte! —
Effie sigue hablando pero no escucho lo que dice me quedo pensando en que puede haber sido elegido como tributo los años anteriores pero no o quizás hoy la suerte no este de mi lado, solo quiero que no sea mi hermano, de el ya depende una persona y yo prácticamente no tengo a nadie aparte de mi familia. No deberían existir los Juegos del Hambre. Sierro las manos en puños y aprieto tanto la mandíbula que me empiezan a doler los dientes hasta que Effie dice:
—¡Las damas primero!— Se acerca a la enorme urna de cristal que contiene las papeletas de las chicas y empieza a buscar con su mano. Todos contenemos el aliento cuando saca un papelito y se dirige al podio y lee en voz clara:
—Primrose Everdeen— Me quedo paralizado por el miedo, es el apellido que he repetido desde que lo escuche en la escuela cuando la vi por primera vez. Es el apellido que nunca espere escuchar. Es la hermana de Katniss, apenas tiene doce años.
Busco a Katniss entre la multitud y no tardó en encontrarla, esta pálida y un chico la sostiene por el brazo quizás para que no se caiga, tiene una expresión de terror en su rostro y su hermana esta incluso más pálida que ella, dando pasitos vacilantes hacia el escenario. Katniss aún está asustada pero ahora hay algo más en su rostro, quizás determinación. Grita el nombre de su hermana y sale corriendo por un pasillo que han hecho automáticamente las personas que estaban cerca de ella, salta la cuerda y llega hasta su hermana antes que suba al escenario y la pone detrás de ella de manera protectora. Y grita:
—¡Me presento voluntaria! ¡Me presento voluntaria como tributo!— Veo como se acerca Gale hasta donde esta Katniss. Se ha presentado como voluntaria, no puede ser. Pero la comprendo, lo hace por su hermana, si hay alguien en el distrito doce capaz de presentarse voluntaria esa es ella. A mí ni siquiera me ha pasado por la cabeza presentarme voluntario y como iba a hacerlo si ni he tenido el valor de hablarle a ella.
En el escenario están un poco conmocionados porque desde hace años nadie se ha presentado como voluntario pero al fin Effie exclama:
—¡Esplendido.! Pero creo que queda el pequeño detalle de presentar a la ganadora de la cosecha y después pedir voluntarios, y si aparece uno, entonces… — Deja la frase en el aire insegura.
—¿Qué mas da? — Dice el alcalde con expresión de dolor. —¿Qué más da? Deja que suba. — Dice en tono brusco.
Prim se abraza a su hermana y empieza a gritar:
— ¡No, Katniss! ¡No! ¡No puedes ir! —
— Prim, suéltame — Responde Katniss. — ¡Suéltame! — Dice con un tono de enfado en su voz. Gale que está detrás de ellas toma a Prim y la levanta en el aire mientras ella forcejea, le dice algo a Katniss y se aleja cargando con Prim hasta donde está su madre.
Katniss sube las escaleras hasta el escenario.
— ¡Bueno, bravo! — Exclama Effie Trinket. — ¡Este es el espíritu de los juegos! — Esta muy alegre, pero ¿cómo puede estarlo por algo como esto? Ahora lo que siento es ira.
— ¿Cómo te llamas? — Pregunta al fin Effie Trinket después de admirarla un momento.
— Katniss Everdee — Responde ella y no parece ni un poco asustada. Por un momento me quedo admirándola, Effie dice algo pero no logro oírlo porque estoy en otro mundo donde solo esta ella. No me había dado cuenta de lo hermosa que estaba hoy, lleva un encantador vestido azul con zapatos a juego, su cabello negro lizo lo lleva trenzado. Me distraigo observando su rostro, su piel aceitunada y esos ojos grises que nunca podrían cansarme de mirar a menos que ella lo haga, es como si me descubriera espiándola y no puedo sostenerle la mirada.
— ¡Peeta Mellark! — Al escuchar mi nombre en voz alta vuelvo a la realidad, ella me observa y desvió la mirada hacia mí alrededor pero todos los demás también me observan y sé que nadie ha dicho mi nombre para llamar mi atención, es mi sentencia de muerte. Definitivamente hoy no es mi día de suerte. Mi rostro debe de ser una mezcla extraña de sorpresa y miedo porque mis pesadillas se han vuelto realidad.
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